viernes, 4 de octubre de 2013

-“¿Quién soy yo para criticar a un gay?” - Francisco I, Papa.

Francisco I


 -“Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos,  y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (Mat. 16, 18-19)

Este poder le fue dado a Pedro, y  no lo puede desistir sin injuriar a Cristo. Su misión es ejercerlo cumpliendo y enseñando desde la Iglesia todo lo que nuestro Señor Jesucristo ha mandado. Todo lo que Cristo enseñó y mandó está en las Santas Escrituras y en la Santa Tradición, que culminó como Revelación con la muerte del último apóstol. Ni un ápice perecerá de la ley hasta el fin de los siglos. 

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”  (Mat. 24, 35).

Dios reveló su voluntad por sobre todos los cambios posibles de todos los tiempos. Dios ve todo en un presente Eterno y con infinita sabiduría. Dios no puede errar, no puede equivocarse. Y lo que dijo en el principio de los tiempos lo repite ahora sin cesar y en el mismo sentido sin error posible.

“Todo el que creyere en él (Jesucristo) no será confundido.” (Rom.10, 11).

“¿Qué diremos entonces? ¿Qué la Ley es pecado? - Dice san Pablo a los romanos - De ningún modo. Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley.  Pues no conocería la codicia si la Ley no dijera “No codiciarás…En suma que la Ley es santa, y el precepto santo, y justo, y bueno.”
(Rom. 7, 7-11)

San Agustín decía, comentando estas cosas que son del orden moral: 

“Observa que algunas cosas se creerían ligerísimas, si en las Escrituras no estuviesen declaradas más graves que nos parecen a nosotros; y de esto precisamente deduce que con el juicio divino, y no con el de los hombres, debe decidirse de la gravedad de las culpas.”
(Enchiridion De Fide. c.78).

Porque la verdadera apelación es de la conciencia a la revelación, esto es, de lo incierto a lo cierto, del que es susceptible de error y tentación, al incorruptible y santo. 
(Comenta Manzoni, de donde tomamos estas citas de san Agustín).

Y, en otra parte, dice san Agustín: 

“No tomemos balanzas falsas para pesar lo que nos agrada, diciendo a capricho nuestro: esto es grave, esto es leve; sino tomemos la divina balanza de las Escrituras, y pesemos en ella lo que es culpa grave, o por mejor decir, reconozcamos el peso que Dios ha dado a cada una.” 
(De baptismo, contra donatistas. Lib. II, 9).

Y san Pablo a los romanos: 

“Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios; Pero vosotros no vivís en la carne, sino según el espíritu, si es que de verdad el espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo. Mas si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto para el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.” 
(Rom. 8, 8-10)

Así, pues, hermanos, no somos deudores a la carne de vivir según la carne, que si vivís según la carne, moriréis; mas si con el espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis.” 
(Rom. (8, 12).

Por eso los entregó Dios a los deseos de su corazón, a la impureza con que deshonran sus propios cuerpos, pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Criador, que es bendito por los siglos, amén. 
Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra naturaleza; e igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en la concupiscencia de unos con otros, los varones de los varones, cometiendo torpezas y recibiendo en sí mismos el pago de su extravío. Y como no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir que los lleva a cometer torpezas…” 
(Rom. 1, 24-28).  

”Los cuales, conociendo la sentencia de Dios, que quienes tales cosas hacen son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que aplauden a los que las hacen.” (Rom. 1, 32).

Y les amonesta a los Corintios: 

“¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios.”
(I Cor. 6, 9).

Jesús le dijo a la mujer: (sorprendida en adulterio) 
"Mujer, ¿Dónde están? (refiriéndose a los que la acusaban) 
¿Nadie te ha condenado? 
Dijo ella: Nadie, señor. 
Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; 
Vete y no peques más."  
(Jn. 8, 10).


 "Jesús les dijo: 
Errados andáis por no conocer la Escritura ni el poder de Dios”. 
(Mat. 22, 29).



Detalle de El Juicio Final, de Giotto