sábado, 28 de febrero de 2015

Signo Alentador

Comentario Eleison Nº 398
Por Monseñor Richard Williamson
28 de febrero de 2015


Monseñor Bernard Tissier de Mallerais


Un obispo dijo, la Tradición debe dar testimonio.
Monseñor, por favor hágalo más Ud., sino el rebaño muere.

            Luego que tres números de estos “Comentarios” han tratado de mostrar la nueva manera de pensar por la cual la Fraternidad San Pío X de Monseñor Lefebvre está envenenándose a muerte, presentemos un signo alentador que muestra que su Fraternidad no está todavía completamente muerta: citas de un sermón dado el 1ero de Enero de este año en Chicago por Monseñor Tissier de Mallerais, uno de los cuatro obispos consagrados para la FSPX en 1988. La gente a menudo pregunta por qué se escucha hablar tan poco de él pues él es conocido por ser un hombre tímido pero honesto, con una fuerte fe, una clara mente y un gran conocimiento de, y amor por, el Arzobispo. Tal vez él ha amado la Fraternidad “no sabiamente, pero demasiado bien” de manera que él no ha visto o no ha querido ver a qué punto los Superiores actuales están desde hace largos años, lentamente pero seguramente, traicionando el combate por la Fe del Arzobispo. ¿Ha puesto él la unidad de la Fraternidad por arriba de la Fe de la Iglesia? Pero el mes pasado él dijo varias cosas que no se podían decir mejor.

               Él citó al Arzobispo quien escribió en su Itinerario Espiritual (Cap.III, p. 40): “Es pues un deber estricto para todo sacerdote que quiere permanecer católico el separarse de esta Iglesia Conciliar, mientras ella no reencuentre la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la Fe católica”. Luego, para enfatizar, Monseñor Tissier dijo “Permítanme que yo repita eso” y anunció de nuevo la cita.

               A continuación él se refirió a las fuerzas del mal que ocupan la Iglesia. Así advirtió contra los “falsos amigos” que erróneamente mantienen que si la FSPX permanece “separada de la Iglesia visible”, ella se transformará en una secta. Él declaró, por el contrario, que “nosotros somos la Iglesia visible” y que “nosotros estamos en la Iglesia”.

               Finalmente él advirtió contra los “falsos amigos” que pretenden que la FSPX está en una situación anormal porque no estamos “reconocidos por la Iglesia”, y él declaró que es la situación de Roma, no la nuestra, la que es anormal, que la Fraternidad no precisa “retornar” porque son estos Romanos los que tienen que retornar. “No necesitamos buscar que podemos hacer nosotros en Roma, sino más bien que testimonio nosotros podemos darle a la Iglesia toda siendo una luz en un candelero y no bajo un tonel”.

               La línea del pensamiento de Monseñor Tissier, tal como ella es expresada en estas citas, es exactamente la del Arzobispo. Los cucúes modernistas ocupando hoy en día el nido del ruiseñor, es decir las estructuras de la verdadera Iglesia, pueden presentar la apariencia de ruiseñores, pero su canto, es decir su doctrina, doctrina, doctrina, los traiciona inmediatamente. En realidad no son más que cucúes sin ningún derecho a ocupar ese nido. El nido verdadero no hace su doctrina verdadera. Su falsa doctrina hace falsa su ocupación de ese nido. Ellos pueden ser visibles en ese nido pero, como su doctrina lo muestra, ellos no son verdaderos ruiseñores. Dondequiera que el remanente de los verdaderos ruiseñores esté visiblemente reunido en cualquier nido provisional, ellos están en la Iglesia, ellos son la verdadera Iglesia visible y su hermoso canto testimonia a quienquiera que tiene oídos para escuchar, que los cucúes son nada más que cucúes que han robado el nido católico que actualmente ellos ocupan.

                  ¡Ay!, los Superiores actuales de la XSPX no tienen oído musical, no quieren distinguir el canto de los cucúes del de los ruiseñores, y así juzgan al Catolicismo por las apariencias del nido en lugar de por la realidad del canto. Lo que Monseñor Tissier dijo acá les debe haber desagradado enormemente. Sin ninguna duda, ellos habrán ejercido una presión, hábilmente calculada, para asegurarse que él dé un paso atrás y vuelva a la línea, su línea de ellos. Y, por “obediencia”, él arriesga hacer exactamente eso. Debemos rezar por él.


Kyrie eleison.



jueves, 26 de febrero de 2015

DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA – I – Por el Padre Leonardo Castellani

Las tentaciones de Nuestro Señor Jesucristo en el desierto.
Mosaico de la Basílica de San Marcos.

               
                Nos relata San Mateo el ayuno de 40 días y las Tres Tentaciones de Cristo. El mismo relato está re­sumido en dos versículos en Marcos (I, 12) y, cam­biado el orden de las tentaciones, en Lucas.

                Este Evangelio produce estupefacción. Es difícil y como increíble: parece un trozo de mitología o cuen­to de hadas. ¿Cómo es posible creer hoy día en el ne­gro patas de chivo y alas de murciélago, que puede agarrar a uno y llevarlo volando al pináculo del Tem­plo de Jerusalén? ¿Cómo es posible que el diablo ten­tara al “Menschgott”, a Dios mismo? Y por último, las tentaciones aparecen como raras, pueriles, fabulosas, cosa de teatro o de cine, no de la realidad que cono­cemos. No son tentaciones naturales. Además, ese ayuno de 40 días y 40 noches sin tomar más que agua, es im­posible, no se puede hacer: "a los 7 días muere el hom­bre y sufre tormentos como de infierno” — escribe el intérprete Salmerón, en su “Comentario a San Mateo".

                Empezando por el Ayuno, en muchos libros de exe­gesis hay un error paladino que visiblemente los in­térpretes se van copiando unos a otros. El error es éste: un ayuno de 40 días es naturalmente imposible. Es per­fectamente posible, y es conocido en Oriente como práctica religiosa y terapéutica: Moisés y Elías (entre otros) lo hicieron. No todos pueden hacerlo, pero yo conozco personalmente en la Argentina 5 personas que lo han hecho. El P. Salmerón, en el siglo XVI, escribió sobre el ayuno de Cristo una sarta de errores: que es algo imposible al hombre, que fue un milagro estupendo, que solamente Dios puede hacer eso... Si eso fuera verdad, yo sería Dios. Este error, que viene de igno­rancia, se halla incluso en Maldonado en forma implí­cita; y en forma explícita en Ricciotti, profesor italiano que escribió una enorme vida de Cristo.

                Dice Ricciotti (pág. 313): “E evidente che il fatto é presentato come assolutamente soprannaturale... “No es absolutamente sobrenatural, no está presentado como sobrenatural por el Evangelista; ni éso es evi­dente ni mucho menos, puesto que es falso.

                Pero —alega Ricciotti— el Evangelio dice que al 40° día tuvo hambre... ¿Luego antes no la tuvo? ¿Y éso no es milagro?

                No señor, no es milagro. Los que han hecho un ayuno aunque sea de cinco días, saben perfectamente que el hambre desaparece a los tres días (porque se inicia la "autofagia” o sea, inversión metabólica del proceso digestivo) y que retorna con gran fuerza al­rededor del 40º (“gastrokenossis”) pues es de saber que 40 días es más o menos' la vida del glóbulo rojo. Esto se ha sabido siempre en el Oriente y ahora es sabido en todas partes: excepto de los curas famosos que escriben vidas de Cristo. En fin, Ricciotti tiene la excusa de que copia a San Ambrosio. El bueno de San Ambrosio, para explicar esta hambre que vuelve a los 40 días, aventura la hipótesis estrafalaria de que "Cris­to fingió hambre: hizo una pía fraude con el fin de en­gañar al diablo...¡Qué ridiculez! ¡Pobre Cristo! ¡Las cosas que te cuelgan... incluso los santos!

                Este error de San Ambrosio proporcionó un argu­mento a los “Doketas”, una herejía que duró más de 4 siglos (por lo menos hasta el español Prisciliano en el 380) los cuales decían entre otras cosas que Cristo fingió siempre: no solamente el hambre, sino su pa­sión y muerte; porque Cristo no tuvo cuerpo; porque el cuerpo es materia y la materia es mala. A lo más, tuvo un “cuerpo astral", como los fantasmas; como dicen hoy todavía los espiritistas y los teósofos. Para fingir, fingir grande — podían decir los “doketas”: si Cristo fingió el hambre ¿por qué no pudo fingir también su Pasión y Muerte? Cristo era Dios y Dios no pudo padecer… Cristo fue una especie de fantasma.

                Cristo no fingió el hambre, ni fingió nada. Tuvo una verdadera naturaleza humana. Vivió hombre en medio de los hombres, en su país y en su época. Y como todos los grandes profetas orientales, se pre­paró para su misión haciendo ese ayuno de 40 días riguroso y extremo, que facilita la oración y la mani­festación de la voluntad divina. El mismo Mahoma hizo ese ayuno, por lo cual instituyó entre los musul­manes el ayuno del Ramadán, que dura 40 días como nuestra Cuaresma. Dicen los españoles malas-lenguas que Mahoma trampeó; porque ayunaba de día y comía de noche; como de hecho hacen todavía hoy los maho­metanos. Yo no sé. Pero nada impide que Mahoma, que fue un gran conductor religioso, que sacó a los árabes de la idolatría, haya hecho lisa y llanamente el ayuno tradicional sin trampas.

                Como digo, eso era y es todavía una práctica religiosa-higiénica vigente entre los orientales.

                Del ayuno de Cristo vino la “cuaresma” en la Igle­sia: hoy día reducida casi a pura apariencia o fórmula. El ayuno es bueno para la salud y es bueno para la oración; y la oración es también buena para la salud, ¡y la salud es buena para todo! Los europeos son me­nos hepáticos que los argentinos, por ejemplo, sufren menos enfermedades del hígado, porque la raza euro­pea, disciplinada por la Iglesia, durante siglos ha ayu­nado toda la Cuaresma (menos los Domingos). Pero los españoles tienen “Bula” y los argentinos tienen "Dispensa” para no hacer eso. ¿Por qué?

                Creo que es porque aquí la Cuaresma cae a con­trapelo, cae antes del invierno, que es cuando no hay que ayunar, porque entonces el cuerpo necesita reser­vas. En Europa, la Cuaresma cae antes de la prima­vera, que es cuando hay que ayunar, porque el cuerpo entonces, lo mismo que los árboles, tiene "cogüelmo”: es decir, un exceso de savia, que es higiénico refrenar y purificar, para que no ocasione desequilibrios psíquicos y espirituales; e incluso corporales. Porque el po­nerse obeso, por ejemplo, es un desequilibrio corpo­ral; cuyo único remedio, sobre todo preventivo, es el ayuno sabiamente practicado.

                La ciencia esotérica sacerdotal sabía antaño todas estas cosas; ahora parece ignorarlas; y ni los médicos ni los sacerdotes parecen conocerlas hoy día. Porque el ayuno no es indiferente hacerlo de cualquier ma­nera y en cualquier tiempo: incluso hay que concor­darlo con las fases de la luna. Por eso la Iglesia re­gula la fecha de la Pascua (y por ende toda la Cuares­ma) de acuerdo al calendario lunar; y por eso la Pas­cua es una fiesta “movible”.

                Entre nosotros, el ayuno cuaresmal es lo mismo que nada: no está ya ordenado a su fin propio y es uno de tantos preceptos "incomprensibles y raros” que manda la Iglesia y hay que obedecerlo "por que sí”: por superstición o rutina. Esta es una de tantas "sabi­durías” tradicionales que se han perdido.

                Por eso dice mi amigo Don Pío que somos un pue­blo poco sabio. Realmente. El pueblo argentino parece uno de los pueblos más atolondrados e ignorantes del mundo. Pero es bueno. Es, hablando con toda exacti­tud, un pueblo sin educación. Bueno y manso, pero ineducado.

                Voy a transcribir aquí una sentencia, sobre la edu­cación, de Napoleón Bonaparte, pronunciada en una sesión de su Consejo de Estado en 1804, tal como la tomó el taquígrafo y fue publicada por Marquiset. Dice así:

                “Hasta hoy no se ha visto buena educación sino en los cuerpos eclesiásticos. Yo prefiero ver a los niños de una aldea entre las manos de un hombre que no sabe más que el catecismo y del cual conozco los prin­cipios, que no en poder de un semi-sabio que no tiene base para su moral y no tiene ideas coherentes. La re­ligión es la vacuna de la imaginación; ella la preserva de todas las creencias peligrosas y absurdas. Un fraile ignorantillo basta para decirle al pueblo: “Esta vida es un pasaje”. Si vosotros quitáis la fe al pueblo, no encontraréis después más que ladrones...” (“Si vous otez la foi au peuple vous n’aurez que des voleurs de grand chemin”).

“This has come true”, esto se ha cumplido — aña­de Maurice Baring.


Pero a todo esto, no he explicado las Tres Tenta­ciones de Cristo, que era lo más importante.


P. Leonardo Castellani,
“EL EVANGELIO DE JESUCRISTO”, 
1957. Ediciones Theoría, Buenos Aires, 1963.



DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA - II . Por el Padre Leonardo Castellani


TENTACIONES DE CRISTO.
Por Duccio Di Buoninsegna

            De las Tentaciones de Cristo hay mucho que ha­blar; pero seamos breves y notemos tres puntos prin­cipales: el Tentador, el Tentado y nosotros.

            El espíritu maligno no sabía seguro si Cristo era el Mesías, ni mucho menos si era Dios o no. Parece increíble, con el talento que tiene el diablo, y cono­ciendo las profecías mesiánicas mejor que cualquier rabino, que no sacara la conclusión que tantos hombres sacaron. Pero es así, basta leer los Evangelios; además San Pablo dice expresamente que el diablo no hubiera crucificado (por medio de los judíos) a Cristo, si hu­biese sabido que era el Hijo de Dios (1 Corint. II, 8).

            Que un Dios se haga hombre es un Misterio Abso­luto; es como si dijéramos un Absurdo: no cabe en ninguna cabeza creada. Eso no se puede conocer y sa­ber sino es mediante un acto de fe sobrenatural, un acto que es imposible sin la gracia de Dios; la cual el diablo no tiene. La ciencia no basta para alcanzar la fe; es necesaria también la buena voluntad, de que el diablo carece.

            Por eso el fin del Tentador fue, como aparece cla­ramente, no sólo hacer pecar a Cristo sino también sacarse él esa duda; lo cual no consiguió: “Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan”. Pero hay que reconocerle al diablo que su atrevimiento es infinito: es un sinvergüenza, porque no tiene ya na­da que perder. ¡Sospechando que Cristo era una per­sona divina, haberlo sin embargo agarrado y llevado al Campanario! “¡Qué miedo tendría el maldito —dice Santa Teresa— mientras iba volando”... Pero en rea­lidad no sabemos si fue volando.

            El diablo tiene un poder grandísimo —eso mues­tra este Evangelio— y por otra parte es un poder vano, porque se puede vencer “de palabra", con la palabra de Dios.

            Gran encomio de la Escritura Sagrada hay en este Evangelio: Cristo vence las Tres Tentaciones con el arma de la Escritura. Pero el poder del diablo es tre­mendo en los que están desarmados. Cuando le dijo a Cristo: "Todo esto es mío y a quien yo quiera se lo doy”, mostrándole los Reinos de la Tierra (en la polí­tica se puede decir que el diablo no tiene rival) Cristo no le respondió: “¡Mentiroso! Todo esto es de Dios, no tuyo”; no se metió a discutir con él, porque en al­gún sentido todo eso es, en efecto, del diantre; en el sentido de que hoy día, por nuestros pecados, él lo mangonea todo. El es el Fuerte Armado, es la Potencia de las Tinieblas, es el Príncipe de este mundo, como lo designó Cristo en otros lugares. Es probable que Satán de nacimiento haya sido el Arcángel que estaba predes­tinado al manejo y control del mundo material; o por lo menos, de este planeta; y por haber pecado, no per­dió ese poder connatural para con el pobre “planeta mudo” 1. Pero “todo poder de Dios es”.

            Eso que llamaban nuestros mayores “vender el al­ma al diablo” es posible: es la operación que se pro­puso a Cristo en la Tercera Tentación. Cuando en este mundo a un malvado le va bien incesantemente, se tra­ta de un demoníaco; a los inicuos comunes, la moral los castiga a corto plazo. Si Dios no se lo impide, el diablo puede hacer cosas rarísimas con los hombres; y esto yo lo sé por los libros; pero si yo dijera que lo sé solamente por los libros, mentiría.

            ¿Por qué tentó a Cristo con esas cosas raras? Con la Bobobrígida 2 o algunas de las otras animalitas de Dios que nos hacen el honor de divertir a la plebe porteña; con la llave del Banco Central; o con las urnas llenas de votos en el Congreso, yo lo tiento a cualquiera. Pero ¿con piedras, con vuelos sin motor, con pro­mesas fantásticas de Imperios Universales?...
            El diablo sabía que Cristo era un varón religioso —lo había visto prepararse para su misión religiosa con el ayuno de Moisés, lo había visto arder como una gran fogata en oración continua—; y lo tentó como a un hombre religioso: en el plano religioso, no en el plano carnal. Una nota del Evangelio de Straubinger dice: "la primera fue una tentación de sensualidad..."

            Es un error. Las tres fueron tentaciones de soberbia. El diablo tienta de soberbia, no de sensualidad, a los que hacen Cuaresmas tan rigurosas como Cristo.

            El diablo es la mona de Dios, puesto que querer "ser como Dios” fue su caída y es su constante manía. El diablo tienta prometiendo o dando las cosas de Dios: lo mismo que Dios nos ha de dar si tenemos espero y fidelidad: Cristo podía procurarse pan con esperar un poco ("y los ángeles se lo sirvieron”) sin necesidad de un milagro. El diablo nos empuja, nos precipita, es la espuela del mundo: nos invita a anti­cipar, a desflorar, a llegar antes. A los primeros hom­bres les dijo: “Seréis como dioses” que es efectivamen­te lo que Dios se propuso hacer y hace, por medio de la adopción divina (la gracia elevante) y la visión bea­tífica, con el hombre. “Entonces seremos como El, por­que le veremos como El es” — dice San Juan. Eva pecó porque codició una anticipación de la visión divina. No podemos ser tentados sino de acuerdo a nuestro na­tural.

            Así pues a Jesús lo tentó de acuerdo a su natural con lo mismo que El había de lograr un día: Cristo había de convertir las piedras de la gentilidad en el pan de su Cuerpo Místico, conforme a aquello: — “¿Creéis vosotros que de estas piedras no puedo yo sacar hijos de Abraham?” Cristo había de volar visible­mente a los cielos delante de sus apóstoles y unos qui­nientos discípulos. Finalmente, Cristo algún día ha de ser Rey Universal del mundo entero, como lo es desde ya en derecho y esperanza.

            El diablo está hoy día tentando a la Humanidad con un Reino Universal obtenido sin Cristo con las so­las fuerzas del hombre. Todo ese gran movimiento del mundo de hoy — la Onu, la Unesco, la Unión de las Igle­sias Protestantes, los Grandes Imperialismos, las pro­mesas de "mil años de paz” por parte de los Conducto­res — representa esa aspiración irrestrañable de la Humanidad al Milenio, a su unidad natural y pacífica, a su integración como Género Humano.

            Es inútil oponerse a esa aspiración actualísima (se equivocan los ultra-nacionalistas) porque es un anhelo que está en las entrañas de la evolución histórica del mundo: como que es una promesa divina. Pero el dia­blo quiere llegar antes. Los cristianos sabemos que esto vendrá, pero que sólo puede venir con y por Cris­to; y que esta manera cómo se está haciendo ahora, no podemos aceptarla, porque es la vasta preparación del Anticristo. "Si esto es servir a la patria — a mí no me gusta el cómo”. De manera que aparecemos como impotentes por un lado; como atrasados y reacciona­rios por otro. Paciencia.

            La Iglesia hoy día aparece en plena crisis; no pue­de conseguir la paz de los pueblos, la necesidad más urgente del mundo, está confusionada dentro de sí mis­ma; no hace más que tomar medidas y actitudes apa­rentemente negativas: “Syllabus”, “Juramento anti-modernístico", prohíbo esto, prohíbo lo otro. No está a la cabeza de la "civilización” como en otros tiempos, no hace más que tirar hacia atrás: es que la "civilización” ha entrado por un mal camino; por el de la Torre de Babel. Camino satánico.

            “Todo esto es mío y lo doy a quien yo quiero; todo esto te daré si cayendo a mis pies me adorares”.

            Un hombre algún día aceptará este trato. No sé qué día. Un amigo mío que se las echa de profeta dice que ese hombre nacerá en 1963 y será Emperador en 1996. Yo creo que ni él ni yo lo sabemos. Yo al menos no lo sé.

            No es necesario saber mucho griego ni latín para predecir que la Iglesia será tentada, si Cristo fue ten­tado; y lo será con las mismas tentaciones de Cristo.

            Podríamos decir quizá que en la Edad Media fue la primera, en el Renacimiento la segunda y ahora la tercera tentación. Así para entendernos; aunque las tres funcionan juntas, mirándolo bien.

            La primera tentación es ésta: por medio de lo re­ligioso procurarse cosas materiales (como si dijéramos cambiar milagros por pan) la cual puede llegar a un extremo que se llama “simonía”, o venta de lo sagra­do. Pero los curas también tienen que comer y la Igle­sia necesita bienes. Yo no niego que la Iglesia necesita bienes, lo que yo sé es que hay una rayita finita, pasada la cual los "bienes” se convierten en "males”. De modo que el efecto más bien viene a ser tomar el pan y conertirlo en piedra; milagro al revés; como por ejemplo hacer grandes templos de piedra donde falta el pan de la palabra divina —“de la cual, como del pan, vive el hombre”, contestó Cristo a Satán.

            La segunda tentación es, por medio de la religión procurarse prestigio, poder, pomposidades y “la gloria que dan los hombres". Y también es verdad que la Igle­sia necesita buen nombre, porque una de las notas distintivas de la verdadera religión es que sea "santa”. Y así uno de los principales argumentos de San Agus­tín contra los herejes y paganos eran las admirables "costumbres” de la Iglesia primitiva contrapuestas a las malas costumbres de ellos. Véanse sus libros: “De Civitate Dei”, “De Móribus Ecclesiae”, “De Móribus Manichoeorum”...

            Pero una cosa es que los demás lo prediquen a uno santo; y otra, predicarse a sí mismo. Días pasados oí a un predicador que se mandó una alabanza de la Or­den a que él pertenecía, que tembló el Campanario de la Iglesia —o sea el Pináculo del Templo—; y no pude menos que pensar: "Esto sería mejor que lo dijese el pueblo".

            La tercera tentación es desembozadamente satáni­ca; postrarse ante el diablo a fin de dominar al mundo.

            ¿Puede la Iglesia ser tentada así? La Iglesia no es más que Cristo. La crueldad, por ejemplo, es  demoníaca. Lo santo y lo demoníaco son contrarios y por tanto están en el mismo plano; y la corrupción de lo mejor es lo peor. Hablando de Savonarola, el Cardenal Newman dijo: “La Iglesia no puede ser reformada por la desobediencia…” ---“Mucho menos por la crueldad mi caro Cardenal…” ---Le contestó su interlocutor. El asceta puede ser tentado de dureza de corazón, de inhumanidad, de crueldad. “Mi hija se ha vuelto cruel como el avestruz” ---Dice Dios por el Profeta.

             Esta es la última tentación, de la cual Dios me libre y guarde; y sobre todo, que Dios libre y guarde a los otros. Como dijo el jachalero Ramón Ibarra cuando se peleó a cuchillo con Dionisio Mendoza y lo querían sujetar: “¡Asujételón! ¡Asujetelón! ¡Asujetelón al otro! ¡Que yo, mal que bien, me asujeto solo!”
         
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1. Alude a la novela teológica de C. S. Lewis “Out of the silenl Planet".

2.”Bobobrígida”, deformación humorística de Lollobrígida, famosa actriz italiana en la época en que fueron escritas esas palabras. Cómo dirían hoy: era un  “símbolo sexual” de de aquellos días. (Nota de Cova).


Del libro de Leonardo Castellani "EL EVANGELIO DE JESUCRISTO", 1957. Ediciones Theoría 1963.








domingo, 22 de febrero de 2015

DECLARACIÓN DOCTRINAL DE MONSEÑOR FELLAY, EN CONTRAPOSICIÓN LA PROFESIÓN DE FE DE MONSEÑOR LAZO

Por eso me obstino, y si se quiere conocer el motivo profundo de esa obstinación, helo aquí. En la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte: "¿Qué has hecho de tu episcopado, qué has hecho de tu gracia episcopal y sacerdotal?", no quiero oír de su boca estas terribles palabras: "Has contribuido a destruir mi Iglesia con los demás".
(Mons. Lefebvre)

Monseñor Fellay y Benedicto XVI


DECLARACIÓN DOCTRINAL DEL 15 DE ABRIL DE 2012
QUE MONSEÑOR FELLAY ENVIÓ AL CARDENAL LEVADA.



I. Nosotros prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica y al Pontífice romano, su Pastor supremo, Vicario de Cristo, sucesor de Pedro y jefe del Cuerpo de los obispos.

II. Nosotros declaramos aceptar las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en materia de fe y de moral, dándole a cada afirmación doctrinal el grado de adhesión requerido, según la doctrina contenida en el n° 25 de la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II (1)

III. En particular:
1. Nosotros declaramos aceptar la doctrina sobre el Pontífice romano y sobre el Colegio de los obispos, con su jefe, el Papa, enseñada por la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, capítulo 3 (De constitutione hierarchica Ecclesiæ et in specie de episcopatu), explicada e interpretada por la Nota explicativa prævia de este mismo capítulo.

2. Nosotros reconocemos la autoridad del Magisterio solamente al cual está confiada la tarea de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida (2) en la fidelidad a la Tradición, recordando que “El Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para que ellos den a conocer, bajo su revelación, una nueva doctrina, sino para que con su asistencia ellos guarden santamente y expresen fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe” (3)

3. La Tradición es la transmisión viva de la Revelación « usque ad nos » (4) y la Iglesia en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones lo que ella es y todo lo que ella cree. La Tradición progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo.
(5), no como una novedad contraria (6) sino por una mejor comprensión del depositum fidei (7).

4. La completa Tradición de la fe católica debe ser el criterio y la guía para la comprensión de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual a su vez, ilumina –es decir profundiza y explica ulteriormente- ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia, implícitamente presentes en ella, y aún no formulados conceptualmente (8).

5. Las afirmaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio Pontifical posterior relativos a la relación entre la Iglesia católica y las confesiones cristianas no-católicas, así como el deber social de religión y al derecho a la libertad religiosa, cuya formulación es difícilmente conciliable con las afirmaciones doctrinales precedentes del Magisterio, deben ser comprendidos a la luz de la Tradición entera e ininterrumpida, de manera coherente con las verdades enseñadas precedentemente por el Magisterio de la Iglesia, sin aceptar ninguna interpretación de estas afirmaciones que pueda llevar a exponer la doctrina católica en oposición o en ruptura con la Tradición y con este Magisterio.

6. Es por eso que es legítimo promover por una legítima discusión el estudio y la explicación teológica de las expresiones y de las formulaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio que le siguió, en el caso donde ellas no parezcan conciliables con el Magisterio anterior de la Iglesia (9).

7. Nosotros declaramos reconocer la validez del sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia según los ritos indicados en las ediciones típicas del Misal romano y de los Rituales de los Sacramentos legítimamente promulgados por los papas Paulo VI y Juan Pablo II.

8. Siguiendo los criterios enunciados aquí arriba (III,5), así como el canon 21 del Código, nosotros prometemos respetar la disciplina común de la Iglesia y las leyes eclesiásticas, especialmente aquellas que están contenidas en el Código de derecho canónico promulgado por el papa Juan Pablo II (1983) y en el código de derecho canónico de las Iglesias orientales promulgado por el mismo Pontífice (1990), quedando a salvo la disciplina que se le conceda a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X por una ley particular.

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Notas:
(1) Cf. también la nueva fórmula de la Profesión de fe y del Juramento de fidelidad para asumir un cargo ejercido a nombre de la Iglesia, 1989; cf. CIC cann. 749; 750, 1et 2; 752; CCEO cann. 597; 598, 1 et 2; 599.

(2) Cf. Pio XII, encíclica Humani Generis.

(3) Vaticano I, Constitución dogmática, Pastor aeternus, Dz. 3070.

(4) Concilio de Trento, Dz. 1501: « Toda la verdad saludable y toda regla moral (Mat. XVI, 15) están contenidas en los libros escritos y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de la boca del mismo Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por inspiración del Espíritu Santo, llegaron hasta nosotros.»

(5) Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmatica Dei Verbum, 8 et 9, Denz.4209-4210.

(6) Vaticano I, Constitución dogmática Dei Filius, Dz. 3020 : «También se debe siempre retener el sentido de los dogmas sagrados que la Santa Madre Iglesia ha determinado de una vez por todas, y jamás desviarse de ellos bajo el pretexto y en nombre de una inteligencia superior de estos dogmas. Creciendo y multiplicándose abundantemente, en cada uno como en todos, en todos los hombres pero también en toda la Iglesia, durante el curso de las edades y los siglos, la inteligencia, la ciencia y la sabiduría; pero solamente en el rango que les conviene, es decir, en la unidad del dogma, de sentido y de manera de ver (San Vicente de Lérins, Commonitorium 28) »

(7) Vaticano I, Constitución dogmatica Dei Filius, Dz. 3011 ; Juramento antimodernista, nº 4 ; Pio XII, Carta encíclica Humani Generis, Dz 3886 ; Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, 10, Dz. 4213.

(8) Como por ejemplo la enseñanza de la sacramentalidad del episcopado en Lumen Gentium, nº 21. (9) Se encuentra un paralelo en la historia con el Decreto de los Armenios del Concilio de Florencia, donde la entrega de los instrumentos estaba indicada como materia del sacramento del Orden. Sin embargo, los teólogos discutieron legítimamente, incluso después de este decreto, sobre la exactitud de tal afirmación, y finalmente el tema fue resuelto de otra manera por el Papa Pío XII.



PROFESIÓN DE FE DE MONSEÑOR LAZO

Monseñor Salvador Lazo



El 8 de mayo de 1998, el Cardenal Sin, Arzobispo de Manila (Filipinas), organizó una gran reunión interconfesional para pedir unas elecciones pacíficas, invitando a budistas, musulmanes, protestantes, taoístas y representantes de cultos indígenas a rezar en la catedral de la Inmaculada Concepción, renovando así en Manila el escándalo de Asís.

El 17 de mayo de 1998, Monseñor Salvador Lazo, Obispo emérito de La Unión, envió una carta al Cardenal Sin, reprochándole haber transgredido públicamente el primer mandamiento de la ley de Dios, y recordándole las sanciones previstas por el Código de Derecho Canónico (sospecha de herejía según el canon 2316 del Código de 1917... imposición de una pena justa según el mismo Código), así como la amenaza de Nuestro Señor de arrojar fuera “la sal que perdió su sabor”. Lo llama a “volver a la verdadera fe católica, la fe de un San Pío V la que venció en Lepanto, de un Pío XI que, en su encíclica «Mortalium animos» ya condenó lo que usted acaba de hacer”.

El 18 de mayo, mediante un comunicado a la prensa, anunció que el 24 de ese mismo mes iba a hacer una profesión solemne de fe, dirigida a Su Santidad el Papa Juan Pablo II, en la iglesia Nuestra Señora de las Victorias, perteneciente a la Fraternidad San Pío X, e invitó a la prensa a cubrir el acontecimiento.



Ese domingo 24, luego de la Santa Misa, Monseñor Lazo realizó la siguiente profesión solemne de Fe. He aquí su texto:


MI DECLARACIÓN DE FE


A Su Santidad
El Papa Juan Pablo II
Obispo de Roma y Vicario de Jesucristo,
Sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles,
Supremo Pontífice de la Iglesia universal,
Patriarca de Occidente, Primado de Italia,
Arzobispo y Metropolitano de la Provincia de Roma,
Soberano de la ciudad del Vaticano.
Jueves de la Ascensión, 21 de mayo de 1998

Santísimo Padre,

En el décimo aniversario de la consagración de cuatro Obispos católicos por parte de Su Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre para la supervivencia de la Fe católica, declaro que, por la gracia de Dios, soy católico romano. Mi religión ha sido fundada por Jesucristo cuando dijo a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (San Mateo, XVI, 18).

Santo Padre, mi Credo es el Credo de los apóstoles. El depósito de la Fe viene de Jesucristo y se completó con la muerte del último apóstol. Ha sido confiado a la Iglesia católica romana para servir de guía para la salvación de las almas hasta el fin de los tiempos.
San Pablo ordenó a Timoteo: “Oh, Timoteo, conserva el depósito” (I Timoteo, VI, 20). 

¡El depósito de la Fe!
Santo Padre, San Pablo parece decirme: “Guarde el depósito... se le ha confiado un depósito, no lo que usted vaya descubriendo. Lo ha recibido, no sacado de su propio fondo. No depende de la intervención personal, sino de la doctrina. No es para su uso privado, sino que pertenece a la Tradición pública. No viene de usted, sino que le ha llegado a usted. No puede actuar con él como si fuese usted su autor, sino solamente como un guardián. No es el iniciador, sino el discípulo. No le pertenece a usted el regularlo, sino el ser regulado por él” (San Vicente de Lerins, Commonitorium, nº 22).

El Santo Concilio Vaticano I enseña que “la doctrina de Fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí que también hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia” (Constitución dogmática “Dei Filius”, Dz. 1800).

“No fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe” (Vaticano I, Constitución dogmática “Pastor Aeternus”, Dz. 1836).
Además, “el poder del Papa no es ilimitado: no solamente no puede cambiar nada de lo que es de institución divina, como por ejemplo, suprimir la jurisdicción episcopal, sino que, colocado para edificar y no para destruir, por ley natural no debe sembrar la confusión en el rebaño de Cristo” (“Diccionario de teología católica”, T. II, col. 2039-2040).

También San Pablo fortalecía así la fe de sus convertidos: "Pero, aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas, I, 8).

Como Obispo católico, he aquí brevemente mi posición sobre las reformas posconciliares del Concilio Vaticano II:
Si las reformas conciliares son conformes a la voluntad de Jesucristo, entonces colaboraré con gusto en su realización. Pero si las reformas conciliares están planificadas para la destrucción de la religión católica fundada por Jesucristo, entonces rehúso mi cooperación.

Santo Padre, en 1969 se recibió en San Fernando, diócesis de La Unión, una notificación de Roma. Decía que la Misa latina tridentina debía ser suprimida y que debía ser utilizado el Novus Ordo Missæ. No se daba ninguna razón. La orden, proveniente de Roma, fue acatada sin protestas (Roma locuta est, causa finita est).

Me jubilé en 1993, 23 años después de mi consagración episcopal. Desde mi jubilación he descubierto la verdadera razón de la supresión ilegal de la Misa latina tradicional: la Misa antigua era un obstáculo para la introducción del ecumenismo. La Misa católica contenía los dogmas católicos que los protestantes niegan. A fin de llegar a la unidad con las sectas protestantes, la Misa latina tridentina debía ser puesta en desuso y reemplazada por el Novus Ordo Missæ.
El Novus Ordo Missæ fue compuesto por Annibale Bugnini, un masón; seis ministros protestantes ayudaron a Monseñor Bugnini a fabricarla. Los novadores se esmeraron en que ningún dogma católico que ofendiera a los oídos protestantes fuese dejado en las oraciones. Suprimieron todo lo que plenamente expresaban los dogmas católicos y lo reemplazaron por textos muy ambiguos de tendencias protestantes y herejes. Hasta han cambiado la forma de la Consagración dada por Jesucristo. Con tales modificaciones, el nuevo rito se volvió más protestante que católico.

Los protestantes afirman que la Misa no es más que una simple cena, una simple comunión, un simple banquete, un memorial. El Concilio de Trento insistió en la realidad del Sacrificio de la Misa, que es la renovación incruenta del sacrificio sangriento de Cristo sobre el Calvario.
“Así, pues, el Dios y Señor nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el altar de la cruz (...) ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó, durante la Última Cena, la noche en que librado, a fin de dejar a la Iglesia, su esposa bienamada, un sacrificio que fuese visible (como lo exige la naturaleza humana) por el cual el sacrificio sangriento cumplido una vez por todas sobre la cruz pueda ser presentado de nuevo” (Dz. 938).

En consecuencia, la Misa es también una comunión del sacrificio que acaba de ser celebrado: un banquete donde se come la Víctima inmolada en sacrificio. Pero si no hay sacrificio, no hay comunión con él. La Misa es, primero y ante todo, un sacrificio, y en segundo lugar, una comunión o cena.
También se debe remarcar que, en el Novus Ordo Missæ, la presencia real de Cristo en la Eucaristía está implícitamente negada. La misma observación también es verdadera con respecto a la doctrina de la Iglesia sobre la transubstanciación.

Con relación a eso, el sacerdote, que antaño era un sacerdote que ofrecía un sacrificio, en el Novus Ordo Missæ ha sido rebajado al papel de presidente de una asamblea. Para tal papel es que se presenta frente al pueblo. En la Misa tradicional, en cambio, el sacerdote se presenta frente al sagrario y al altar, donde se encuentra Jesucristo.

Luego de haber tomado conciencia de estos cambios, he decidido dejar de decir el nuevo rito de la Misa que había dicho durante más de 27 años por obediencia a mis superiores eclesiásticos. He vuelto a la Misa latina tridentina, porque es la Misa instituida por Jesucristo en la Última Cena, la renovación incruenta del Sacrificio de Jesucristo sobre el Calvario. Esa Misa de siempre santificó la vida de millones de cristianos con el correr de los siglos.
Santo Padre, con todo el respeto que tengo por Usted y por la Santa Sede de San Pedro, no puedo seguir su enseñanza personal sobre la “salvación universal”: está en contradicción con las Sagradas Escrituras.

Santo Padre, ¿todos los hombres serán salvados? Jesucristo quería que todos los hombres sean redimidos. Murió, de hecho, por todos nosotros. Sin embargo, no todos los hombres serán salvados, porque no todos los hombres cumplen las condiciones necesarias para pertenecer al número de los elegidos de Dios en el cielo.

Antes de subir al cielo, Jesucristo les confió a sus apóstoles el deber de predicar el Evangelio a toda la creación. Sus instrucciones ya indicaban que no todas las almas serían salvadas. Dice: “Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado” (San Marcos, XVI, 15-16).

San Pablo empleaba el mismo lenguaje para con sus convertidos: “¿No sabéis que los inicuos no heredarán el reino de Dios? No os hagáis ilusiones. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven de rapiña, heredarán el reino de Dios” (I Corintios, VI, 9-10).

Santo Padre, ¿debemos respetar a las falsas religiones? Jesucristo fundó una sola Iglesia en el seno de la cual se puede ser salvo: es la Santa Iglesia católica, apostólica y romana. Cuando enseñó todas las doctrinas y verdades necesarias para salvarse, Jesucristo no dijo: “respeten a todas las falsas religiones”. De hecho, el Hijo de Dios ha sido crucificado sobre la cruz porque en sus enseñanzas no tuvo compromisos con nadie.

En 1910, en su carta “Notre charge apostolique”, el Papa San Pío X nos puso en guardia contra el espíritu interconfesional, que forma parte de un gran movimiento de apostasía organizado en todos los países para erigir una iglesia mundial.
El Papa León XIII advirtió que “tratar a todas las religiones de la misma manera (...) es algo calculado para arruinar toda forma de religión, y especialmente la religión católica, que por ser la verdadera no puede —sin gran injusticia— ser mirada como simplemente igual a las otras religiones” (“Humanum genus”). El procedimiento va desde el catolicismo al protestantismo, desde el protestantismo al modernismo, desde el modernismo al ateísmo.
El ecumenismo, tal como se lo practica hoy, se opone diametralmente a la doctrina y a la práctica católica tradicionales.

Rebajar la única religión verdadera, fundada por Nuestro Señor, al mismo nivel que las religiones falsas, obras de los hombres, es algo que los Papas en el curso de los siglos han prohibido estrictamente a los católicos que hagan.
“Es evidente que la Sede Apostólica de ninguna manera puede tomar parte de estas asambleas (ecuménicas) y que de ninguna manera les está permitido a los católicos darles su aprobación o sostén a tales empresas”. (Pío XI, “Mortalium animos”).
Soy partidario de la Roma eterna, la Roma de los Santos Pedro y Pablo. No quiero seguir a la Roma masónica. El Papa León XIII condenó a la masonería en su encíclica “Humanum genus” en 1884.

No acepto tampoco a la Roma modernista. El Papa San Pío X condenó al modernismo en su encíclica “Pascendi dominici gregis” en 1907.

No sirvo a la Roma controlada por los masones, que son los agentes de Lucifer, el Príncipe de los demonios.
Pero sostengo a la Roma que conduce fielmente la Iglesia católica, a fin de cumplir la voluntad de Jesucristo, la glorificación del Dios tres veces santo, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Me considero feliz por haber recibido, en medio de esta crisis de la Iglesia católica, la gracia de haber vuelto a la Iglesia que se adhiere a la Tradición católica. Gracias a Dios, digo de nuevo la Misa tradicional: la Misa instituida por Jesús en la Última Cena, la Misa de mi ordenación.

Que la Bienaventurada Virgen María, San José, mi santo Patrono San Antonio, San Miguel y mi Ángel de la Guarda se dignen ayudarme a permanecer fiel a la Iglesia católica fundada por Jesucristo para la salvación de los hombres.
Ojalá obtenga yo la gracia de permanecer hasta la muerte en el seno de la Santa Iglesia católica apostólica y romana, que adhiere a las antiguas tradiciones, y que sea siempre fiel sacerdote y Obispo de Jesucristo, Hijo de Dios.

Muy respetuosamente,

Monseñor Salvador L. Lazo, DD Obispo emérito de San Fernando de La Unión.
Tomado de la revista “Iesus Christus” nº 59, septiembre-octubre 1998, págs. 23-25.


Publicado por Ariete Católico  - Lunes, 16 de febrero de 2015





sábado, 21 de febrero de 2015

El Pensar de la Neo-Fraternidad – III

Comentario Eleison
Por su Excelencia Richard Williamson
Número CCCXCVII (397)
21 de febrero de 2015

Mons. Richard Williamson

¿Quiere la Fraternidad la Roma Conciliar?
Si no, ¡despierten! Pronto será su hogar.

Habiendo estos “Comentarios” declarado (395) que el Primer Asistente de la Neo-fraternidad carece de doctrina y (396) que esa carencia de doctrina es un problema tan amplio como la amplitud misma puede serlo, a saber la totalidad de la modernidad contra la totalidad de la Verdad, queda ahora por mostrar como este problema universal se manifiesta en una serie de errores particulares en la entrevista que el Padre Pfluger dio en Alemania hacia finales del año pasado. Para abreviar tendremos que hacer uso del resumen de su pensar (no esencialmente inexacto) dado aquí hace dos semanas, y del cual las proposiciones están en bastardilla:

La Iglesia Católica es mucho más amplia que solamente el movimiento Tradicional.

Sí, pero la doctrina del movimiento Tradicional no es ni más ni menos amplia que la doctrina de la Iglesia Católica, siendo idéntica a ella, y esa doctrina es el corazón y el alma del movimiento Tradicional.

Nunca haremos atractiva o convincente a la Tradición si nos quedamos atascados en las décadas de 1950 o 1970.

Pensar en hacer “atractiva o convincente” a la Tradición es una manera demasiado humana de concebirla. La Tradición Católica viene de Dios y tiene un poder divino para convencer y atraer siempre y cuando sea presentada fielmente, sin cambio ni alteración humanos.

La Tradición no puede ser confinada dentro de las condenaciones de la Iglesia al liberalismo en los siglos 19no y 20mo.

Cierto, pero el Evangelio no podía ser defendido en ese entonces sin esas condenaciones doctrinales y dado que el siglo 21ero es más liberal que nunca, la Tradición tampoco puede mantenerse sin ellas hoy en día.

Nuestro tiempo es diferente, no podemos inmovilizarnos, mucho de lo que es moderno no es inmoral.

Nuestro tiempo no es tanto más diferente. Es más liberal que nunca (por ejemplo “matrimonios” homosexuales), así que puede no ser todo inmoral, pero la doctrina católica es absolutamente necesaria para separar lo moral de lo inmoral.

Así, nosotros debemos re-posicionarnos, lo cual es un problema práctico y no una cuestión de Fe.

Cualquier re-posicionamiento que la Iglesia hace en cualquier momento debe ser siempre juzgado a la luz de la Fe. El re-posicionamiento de la XSPX desde el 2012 abandona claramente el combate de Monseñor Lefebvre por la Fe.

El movimiento de la “Resistencia” ha fabricado su propia “fe” por la cual condenar a la Neofraternidad.

Cualesquiera sean las deficiencias humanas de la “Resistencia”, precisamente ella ha surgido, como el movimiento Tradicional en la década de 1970, espontáneamente todo alrededor del mundo en reacción contra la traición de la Neofraternidad. La reacción puede parecer desunida, pero está unida por la 
idéntica Fe mantenida por los Resistentes.El Cuartel General de la XSPX nunca traicionó a la Tradición en el 2012 porque sus acciones fueron atacadas por ambos lados.

Así que la Verdad ¿está siempre en el medio para ser medida por reacciones humanas? Eso es política humana, inadecuada para juzgar a la Verdad divina, absolutamente inadecuada para resolver la crisis de hoy en día de la Iglesia.
Los textos oficiales del 2012 de la Neofraternidad no fueron dogmáticos.

Pero el documento más oficial de todos de la XSPX en el 2012 fue el de las seis condiciones del Capítulo General para cualquier “acuerdo” futuro con Roma, es decir las seis gravemente inadecuadas condiciones para someter la defensa de la Fe a sus mortales enemigos Conciliares. ¿No es la totalidad de la Fe dogmática?

Roma estaba mucho menos agresiva contra la XSPX en el 2012 que lo estaba en el 2006.

Porque desde el 2006, y mismo antes, Roma podía ver a la SSPX transformarse constantemente en un tigre de papel.

La Neofraternidad sigue al Espíritu y se inspira en la Tradición.
Los Carismáticos neo-protestantes “siguen al Espíritu”. Los de la Misa del Indulto “se inspiran en la Tradición”.

Debería ser claro a estas alturas que el Padre Pfluger quiere abandonar la Fraternidad doctrinal anti-liberal de Monseñor Lefebvre y reformarla en una Neo-fraternidad que armonizará con la Neo-iglesia del Vaticano II. Tampoco es suficiente decir que la XSPX no ha dado aún ningún paso decisivo hacia Roma porque, a menos que haya una firme resistencia, y pronto, desde el interior de la Neo-fraternidad, sus dirigentes la están llevando, lentamente pero seguramente, dentro de los brazos de la Roma Conciliar. ¿Es eso lo que gente católica quiere?


Kyrie eleison.